Marco Leyva
La primera vez que lo vi fue en una entrevista por televisión a nivel nacional con Raúl Velasco. Era Presidente Municipal y promocionaba el puerto de Acapulco.
Tenía el cabello encrespado, lentes, usaba bigote, delgado y camisas sueltas, hablaba lento, sopesando cada palabra y evidenciando a cada momento el respeto, con timidez, a su entrevistador, que en aquellos momentos era una personalidad en toda Iberoamérica por la propia empresa televisiva.
Me pareció un hombre demasiado tranquilo.
Me equivoqué, siempre fue un torbellino, inquieto y sopesando siempre el escenario antes de tomar decisiones, rápidas y sin permitir cuestionamientos.
Fue cercano a Alejandro Cervantes por intermediación del Maestro Popoca Bone, el cual era un hombre analítico, de letras, de clara convicción social, y, ello permitió que René se enlazará posteriormente con Ruiz Massieu, que en ese tiempo fue Secretario de Gobierno, el cual regresó al gobierno federal como oficial mayor de salud y regresar como candidato a gobernador y de quien aprendió a escudriñar la realidad, a ordenar con rapidez y oler los tiempos en movimiento.
Se complementaban: Ruiz Massieu era el visionario que utilizaba la realidad para experimentos sociales. Iba con frecuencia a Europa para ver los cambios que sucedían en el mundo de aquellos años: la caída del muro, la del socialismo real, la actualización de la socialdemocracia, las nuevas instituciones como la Comisión de Derechos Humanos, modificaban el marco legal desde condominios hasta reformas a la constitución en giras de trabajo en un pequeño teléfono con lápiz electrónico que eran notas y después se traducían en sendas leyes. Leía a partir de las 5 de la tarde, todos los días, con excepciones justificadas. Veía mundos por venir y quería acelerar esos cambios.
René era diferente: él ejecutaba pero aprendió de Ruiz Massieu a analizar antes que actuar.
Su carrera política fue ascendente, prácticamente no tuvo pausas hasta llegar a Gobernador.
Antes, pasó varias veces por la Secretaría de Planeación.
Fue institucional, cuando lo que deseaba no le era concedido.
Lo encontré una vez en un vuelo nocturno previo a la designación a la candidatura a la gubernatura. Él aspiraba a ese cargo desde la Presidencia Municipal del puerto y era impulsado por el Ing. Carlos Rojas, el hombre fuerte del salinismo en su política social y, mi jefe laboral desde la Subsecretaría de la extinta Secretaría de Planeación y Presupuesto. Desde ahí se venían impulsando los cuadros políticos del Presidente. Estábamos con él. El apoyo absoluto para que fuera el candidato.
Iba solo en la hilera de asientos de ese avión. Miraba por una ventana abierta y oscura, las pequeñas luces de pueblos perdidos del campo mexicano, la vaciedad en su mirada, el cansancio y la resignación:
-Mi Presidente y futuro Gobernador- trate de ser amable
Suspiro.
No Leyva, no lo seré. Será el Lic. Figueroa. Busca a tu primo para que él te acerque. Yo me sumaré a su candidatura.
Le agradecí su generosidad de decírmelo. Le comenté que me permitiera estar hasta el final con él y el programa federal que llevaba coordinado con el Lic. Carlos Sánchez. No acepté su sugerencia del canal político. Somos con el pariente, hasta hoy, de diferente visión política.
Así de claro y no más allá de eso.
Me comentó de la enfermedad de su esposa, esa también era su tristeza que arrastraba en ese momento.
Me despedí de él.
No lo volvería a ver hasta el día que le renunció en propia cara a Ángel Aguirre, en su cumpleaños, para competir por la gubernatura.
Pero, esa es otra historia.
(Continuará y última parte)